Este es probablemente el único comentario que haré sobre las elecciones que se avecinan: esta es la campaña electoral más emblemática de lo que es la política y los políticos dominicanos.
Hemos visto un presidente sucumbir a las mieles del poder y tragarse el tiburón podrido que antes reclamaba a su compañero cuando este anhelaba comerlo.
Hemos visto el fin del partido de mayor historia democrática, el primer partido por voto popular, el que más dignamente representó a la oposición, el que costó muchas lágrimas y sangre, convertido ahora en mísera visagra del sistema del poder.
Hemos visto por primera vez, probablemente en toda América, que los candidatos a representar al pueblo no son elegidos por los miembros de sus partidos, voto a voto, pero elegidos por (en el mejor de los casos) el dedo de la «alta dirección», y mayormente por «encuestas», y sin embargo miles de dominicanos salen como borregos a las calles a vitorear personajes que les han sido impuestos, que no les representan.
Recuerdo cuando en mi adolescencia soñaba con ser presidente y ahora solo puedo pensar que he venido a ser testigo y parte de la generación que vio morir la democracia Dominicana.