Hace unos pocos días despertamos ante las noticias de que los correos electrónicos de algunos funcionarios públicos habían sido «hackeados». Toda la prensa nacional se hizo eco del asunto. Luego se allanaron las casas y las oficinas de un periodista de quien se sospechaba provenía el «hackeo», al parecer por ciertas publicaciones en su diario digital, informaciones que no pudo haber obtenido a menos que no fuera por infiltrarse de alguna manera en las cuentas de los encumbrados. Entonces se habló de persecución a los autores del «hackeo» y del delito digital, y de las penas y castigos posibles.
Hoy las cosas han cambiado. Del «hackeo» no oiremos más, ni habrán sometimientos de ningún tipo por «hackeo». Un periodista del norte del país dice tener «pruebas» de que la candidata vice presidencial del partido de gobierno posee una cuenta en un banco extranjero con más de 2,000 millones de pesos, «pruebas» que muy probablemente obtuvo de manos del mismo «hacker». En ese momento el «hackeo» desapareció. Como una larva maldita, en un oscuro y sucio capullo, que en una película de horror se transforma en un ser horripilante, de igual forma el «hackeo» y el delito digital pasó a llamarse «campaña sucia». Ya no puede llamarse «hackeo», pues se autenticaría la información que se ha infiltrado. «Campaña sucia» suena mejor para todos, los oficialistas y los opositores.
Mientras, como era de esperarse, nadie quiere investigar nada, nadie quiere saber por seguro, todos prefieren pararse y murmurar al lado del camino de la justicia y la verdad en lugar de transitarlo. Todos permaneceremos impasibles e indolentes, y seremos movidos por los hilos que ostentan el poder, sean estos provenientes de un «hacker» o de un difamador. No habrá castigo para nadie: ni para los «hackers» (que de seguro los hay, pues ya ha sido comprobado que cierta información en contra de la candidata fue servida por alguien que usó el servidor del mismo partido oficial, donde se alojaba nada más y nada menos que la página oficial del candidato presidencial del mismo partido oficialista), pero tampoco habrá castigo para los difamadores. Como una excelente ecuación matemática, cero mata cero, y que viva la impunidad.